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El ego percibido en la consciencia del ego

La existencia humana es en principio la consciencia del ego. Y esto sólo aparece en un niño nacido y criado en una sociedad humana, generalmente después de los dos años, cuando el sistema neurológico ha madurado completamente. La consciencia del Ego aparece entonces como una afinación de uno mismo, como el Yo-ego; como una discriminación entre lo que uno mismo es y lo que no es -el otro- y como un hecho presentado a uno mismo y reconocido por el ego.

Inmediatamente surge la disociación en el ego: el ego percibido en la consciencia del ego, al mismo tiempo ego como sujeto y ego como objeto. No obstante los intentos dramáticos de escapar a este condicionamiento subjetivo, el ego pareciera no poder nunca ser un sujeto sin un objeto, a menos que, y con algo de ayuda, pueda entrar en la raíz misma de su contradicción fundamental.

De hecho, con la consciencia del ego y su provocativa ambigüedad se ha despertado en nosotros un extraño e inmediato sentido de responsabilidad, Esto me acerca a lo que puedo reconocer como propio. Especialmente si recuerdo que ser responsable significa, en propiedad, responder, contestar. Todo lo que posiblemente puedo hacer es, de hecho, lo que hago, responder, responder a mi propia existencia. Lo que realmente define y nos muestra a un hombre es su respuesta. Si hay para mí la pequeña posibilidad de elegir en medio de las leyes operantes, ya sea por el azar o la necesidad.

¿no es en la forma que respondo, esto es, en la calidad de mi participación en todo lo que me es dado a través de la experiencia inmediata de mi vida?

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  Anónimo

miércoles, 11 junio, 2008  

Ello o Id

El Ello (id) es la parte primitiva, desorganizada e innata de la personalidad, cuyo único propósito es reducir la tensión creada por pulsiones primitivas relacionadas con el hambre, lo sexual, la agresión y los impulsos irracionales.

Comprende todo lo que se hereda o está presente al nacer, se presenta de forma pura en nuestro inconsciente.

Representa nuestros impulsos, necesidades y deseos más elementales.

Constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el comportamiento humano.

Opera de acuerdo con el principio del placer y desconoce las demandas de la realidad. Allí existen las contradicciones, lo ilógico, al igual que los sueños.

Representa la necesidad básica del ser de cubrir sus necesidades fisiológicas inmediatamente y sin considerar las consecuencias. La necesidad de obtener comida, la agresividad, así como la búsqueda del sexo, son respuestas del Ello a diferentes situaciones.

Es decir, es el inconsciente.

El Ello está en una relación estrecha y conflictiva con las otras dos instancias, el Yo y el Superyó, que se forman a partir de la interacción con el medio social (Realidad) y de la decantación del Complejo de Edipo, respectivamente.

Para Freud, la mayor parte del Ello es desconocida e inconsciente.

Reservorio primero de la energía psíquica, representa la arena en la que se enfrentan pulsiones de vida (Eros) y de muerte (Thanatos).

La necesidad imperiosa de la satisfacción pulsional rige el curso de sus procesos. Sus contenidos inconscientes son de diferentes orígenes.

Por una parte, se trata de tendencias hereditarias, de determinaciones innatas, de exigencias somáticas, y, por otra parte, de adquisiciones, de lo que proviene de la represión.

De forma sucinta, se puede definir al Ello como el reservorio pulsional del hombre.

La conquista del Ello, ese núcleo de nuestro ser, para Freud, es facilitada por el psicoanálisis a través del método de la asociación libre.

Yo o Ego

El Yo (Ego) tiene como fin cumplir de manera realista los deseos y demandas del Ello con el mundo exterior, a la vez conciliándose con las exigencias del Superyó.

El Yo evoluciona según la edad y sus distintas exigencias del Ello actuando como un intermediario contra mundo externo.

El yo sigue al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del Ello de una manera apropiada.

Utiliza razonamiento realista característico de los procesos secundarios que se podrían originar.

Como ejecutor de la personalidad, el Yo tiene que medir entre las tres fuerzas que le exigen: el mundo de la realidad, el Ello y el Superyó, el yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada.

Yo significa yo en latín; (La palabra alemana original que Freud había aplicado era Ich). Aunque en sus escrituras tempranas Freud comparó el Yo con nuestro sentido del uno mismo, en adelante comenzó a retratarlo más como un sistema de funciones psíquicas tales como realidad-prueba, defensa, síntesis de la información, funcionamiento intelectual, memoria y similares.

Es la consciencia propiamente dicha.

Es el ente que actúa como regulador entre las demandas del Ello y del Superyó.

Se basa en un concepto realista del mundo para adaptarse al mundo.

Casi ejemplificado como un poder o una persona dentro de la mente, que nos presta atención en todo momento, incluso en nuestras acciones más íntimas, esta observación no es lo mismo que una persecución, pero no esta muy lejos de serlo.

Todas las acciones ejecutadas, son analizadas por el Yo y a menudo se les comunica los resultados: “ahora debe decir esto…”, “ahora deberá salir”.

Amenazando con el castigo en caso de incumplimiento.

El Yo, en su observación nos permite reconocer las acciones que realizamos, la oportunidad de elegir el camino a seguir, y razonar los impulsos que realizábamos con tal de no ceder lugar a la liberación libidinosa, y velar por la integridad general de la realidad. Es el primer paso del reconocimiento, para afrontar las alegrías, culpabilidad o castigo que conlleve. Siento la tentación de hacer algo que me va a producir gran placer; una vez reconocido y razonado esta situación, podré abstenerme de hacerlo basándome en que mi conciencia no me lo permite. O me dejo persuadir por el placer, ignorando la voz de mi conciencia; pero una vez hecho, se me castiga con reproches y remordimientos establecidos por el Superyó.

Superyó o Superego

El Superyó (Superego) es la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos morales y éticos.

Consta de dos subsistemas: la Conciencia y el Ideal del yo.

La conciencia se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche.

El Ideal del yo es una de conductas aprobadas y recompensadas. Es la fuente de orgullo y un concepto de quien pensamos deberíamos ser. Es la expresión interna del individuo con relación a la moral de la sociedad.

Se refiere a la fuerza que induce al individuo a seguir los códigos éticos de conducta impuestos por la sociedad en la que se encuentra. Freud considera la conciencia moral, la autoobservación, la formación de ideales, como funciones del Superyó.

Actúa en contraposición directa a los impulsos del Ello.

El Superyó se forma en la fase Edipica, por la introyección de las normas paternas. Según Freud, la formación del Superyó es correlativa de la declinación del Complejo de Edipo: el niño renunciando a la satisfacción de sus deseos edípicos marcados por la prohibición, transforma su catexis sobre los padres en identificación con los padres, interioriza la prohibición.

La renuncia de los deseos edípicos amorosos y hostiles (Edipo Completo) se encuentran en el origen de la formación del Superyó, el cual se enriquece según Freud por las aportaciones ulteriores de las exigencias sociales y culturales.

  Anónimo

miércoles, 11 junio, 2008  

Freud teoriza y conceptualiza los eventos ocurridos desde el nacimiento hasta la primera lactación teórica, que me permito situar al momento de la efectuación del nuevo acto psíquico constituyente del narcisismo, su observable es "el recién nacido", "el lactante" pues "el niño" freudiano ya habla.

En otras palabras de lo que se trata es del no-niño, del no-yo, desarrollándose en dirección del niño y del yo.

Desarrollo que es una evolución, el yo evoluciona y se complejiza, "crece".

Tiempo y espacio.

Esta complejidad conserva, según tenemos sabido, todos sus estados anteriores, así en el niño vive el lactante y en él el recién nacido.

En la organización lo no-organizado, en lo integrado lo no-integrado, báscula donde se juega el ir siendo del ser.

Concepto de transposición que conserva desarrollos y lugares.

En condiciones normales nada nos parece tan seguro y establecido como la sensación de nuestra mismidad, de nuestro propio yo.

Este yo se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás...

Prosiguiendo nuestra reflexión, hemos de decirnos que este sentido yoico del adulto no puede haber sido el mismo desde el principio, sino que debe haber sufrido una evolución, imposible de demostrar, naturalmente, pero susceptible de ser reconstruida con cierto grado de probabilidad.

El lactante aún no discierne su yo de un mundo exterior, como fuente de las sensaciones que le llegan. Gradualmente lo aprende por influencia de diversos estímulos...

De esta manera, pues, el yo se desliga del mundo exterior, aunque más correcto sería decir: originalmente el yo lo incluye todo; luego, desprende de si un mundo exterior.

Nuestro actual sentido yoico no es, por consiguiente más que el residuo de un sentimiento más amplio, aún de envergadura universal, que correspondía a una comunión más íntima entre el yo y el mundo circundante...

En la vida psíquica nada de lo una vez formado puede desaparecer jamás; todo se conserva de alguna manera y puede volver a surgir en circunstancias favorables, como, por ejemplo, mediante una regresión de suficiente profundidad... sólo en el terreno psíquico es posible esta persistencia de todos los estadios previos, junto a la forma definitiva...

  Anónimo

miércoles, 11 junio, 2008  


Indica muy mala fe discutirnos el derecho a emplear la palabra surrealismo, en el sentido particular que nosotros le damos, ya que nadie puede dudar de que esta palabra no tuvo fortuna, antes de que nosotros nos sirviéramos de ella. Voy a definirla de una vez para siempre:

Surrealismo: Sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.

Filosofía: El surrealismo se basa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos, y a sustituirlos por la resolución de los principales problemas de la vida.

Han hecho profesión de fe de Surrealismo Absoluto, los siguientes señores: Aragon, Baron, Boiffard, Breton, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Eluard, Gerard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Noll, Peret, Picon, Soupault, Vitrac.

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