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Razón instrumental |
La razón, en su primacía, tiene que organizarlo todo.
Publicado por Pause
Anónimo
La apuesta es por el odio. Hay un odio que libera.
Porque sólo el que odia profundamente su vida puede llegar a cambiarla.
Gracias al odio a mi vida dejo de ser el que soy, es decir, el que lleva esta vida que odio.
Porque sólo el que odia profundamente su vida puede llegar a cambiarla.
Gracias al odio a mi vida dejo de ser el que soy, es decir, el que lleva esta vida que odio.
Anónimo
Politizarse, hoy, sería llegar a ser consciente del propio malestar. Esta es la razón por la que queremos poner el malestar en el centro. Todo es politizable porque el malestar –mejor dicho: mi malestar– me desborda a mí en tanto que individuo.
Todo es politizable porque mi malestar es social.
No se trata de una afirmación voluntarista. Mi malestar es un estar-mal conmigo mismo, pero es el malestar del querer vivir, y el querer vivir siendo lo más mío es, a la vez, aquello que comparto.
“Me duele luego existo”
Esta paradoja inherente al querer vivir es la que permite decir que la politización arranca, simultáneamente, tanto de mí como de cualquier lugar. Desde una perspectiva más general, podríamos afirmar que la conciencia cierra el camino porque al encerrarnos en la forma individuo –el individuo como el ser consciente de su malestar- nos aboca a reconocernos a lo sumo como enfermos.
“Ser consciente” es estar enfermo, ser débil, prisionero de sí mismo, con miedo al vacío.
El odio libre a la vida permite politizar el malestar porque, en tanto que potencia de vaciamiento, actúa como una operación matemática aditiva de integración. Se trata de un repliegue loco e insensato que dando lugar al querer vivir, prepara el camino para el desafío. La politización del malestar social, que se efectúa gracias al odio libre, es una politización de la existencia.
Al formalismo de la movilización global sólo se le puede oponer la politización de la existencia.
Todo es politizable porque mi malestar es social.
No se trata de una afirmación voluntarista. Mi malestar es un estar-mal conmigo mismo, pero es el malestar del querer vivir, y el querer vivir siendo lo más mío es, a la vez, aquello que comparto.
“Me duele luego existo”
Esta paradoja inherente al querer vivir es la que permite decir que la politización arranca, simultáneamente, tanto de mí como de cualquier lugar. Desde una perspectiva más general, podríamos afirmar que la conciencia cierra el camino porque al encerrarnos en la forma individuo –el individuo como el ser consciente de su malestar- nos aboca a reconocernos a lo sumo como enfermos.
“Ser consciente” es estar enfermo, ser débil, prisionero de sí mismo, con miedo al vacío.
El odio libre a la vida permite politizar el malestar porque, en tanto que potencia de vaciamiento, actúa como una operación matemática aditiva de integración. Se trata de un repliegue loco e insensato que dando lugar al querer vivir, prepara el camino para el desafío. La politización del malestar social, que se efectúa gracias al odio libre, es una politización de la existencia.
Al formalismo de la movilización global sólo se le puede oponer la politización de la existencia.
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